6 dic 2006

Escribe José María Otero: "Francisco Lomuto, sonido porteño de tango"

José María OteroHoy escribe en este blog José María Otero, un "patricio" que vive en el exilio madrileño. Lo describe el sitio Todo Tango: "Porteño de Parque Patricios, lo luce como una condecoración, dice que se le pegaron los próceres del barrio: Ángel Vargas, Tanturi, Discépolo, José Rial, Barbieri, Manzi, Firpo, Centeya y más....".

Otero escribió un texto sobre el músico Francisco Lomuto, quién nació en Parque Patricios el 24 de noviembre de 1893. Su texto incluye una preciosa descripción de este barrio a fines del siglo XIX.

(Extra: "Comentario sobre “Versos de lejos” de José María Otero").


FRANCISCO LOMUTO: Sonido porteño de tango

En esos intramuros fugaces de la historia del tango y huyendo del abuso de los encomios, la figura de Francisco Juan Lomuto emerge del oscurantismo en que ha quedado sepultado por el peso de otros apellidos ilustres y con toda justicia se le reconoce el papel que desempeñó en nuestra música popular. Curiosamente, como Francisco Canaro, D’Arienzo, o Florindo Sassone, no destacó en su faceta de instrumentista pero sí lo haría como director de orquesta y compositor. Incluso algunas de sus obras han logrado superar la pátina oscurantista del tiempo para mantenerse airosamente en la memoria y la entonación popular. Ahí están Sombras nada más, Dímelo al oído, Mala suerte, Mis amigos de ayer, Si soy así o Muñequita como muestras de su talento y su olfato para entrar en el gusto de los porteños, preservando el equilibrio ecológico del tango.


Algunos rezagados que entraron tarde a la historia de nuestra música oracular, tal vez llamados y atravesados por el contrapunto milonguero con una persona del sexo opuesto, lo descubren al comprobar el esquema sencillo pero bien orquestado y muy bailable que les permite circular por la pista acompañados con la sensibilidad de una formación de hace sesenta o setenta años. El tango, violador de fronteras, como lo denominó Cadícamo, no tuvo en sus filas a un renovador ni un revolucionario en la figura de Pancho Lomuto, pero el sonido de su orquesta no desmereció al lado de otras más populares como las de Canaro o Fresedo, aunque se conformó con ser placé, como apuntó certeramente José Gobello. Cuando emerge del reproductor o en una pista, el sonido redondo, cercano al de su amigo Canaro, pero menos marcial, con cadencias melódicas y buen gusto, el bailarín siente que ese tango está hecho para acompañarlo en su dueto solipsista y en ocasiones para desarrollar su lucimiento como en Monte Criollo, Catamarca, Nunca más, El cornetín del tranvía o las milongas Parque Patricios y No hay tierra como la mía. Lomuto supo de sus limitaciones técnicas como ejecutante y pasó exclusivamente a dirigir la batuta con gran acierto, redondeando su paso por el tango en el que se ganó un sitio de privilegio durante muchos años. La música de este hombre de físico voluminoso y robusta complexión, con su calvicie temprana, anteojos quevedianos, cejas pobladas y boquilla permanente enfundando rubios, trae el reflejo del color de nuestra tierra, sus costumbres, ese aire nostálgico, la querencia y el arribo masivo de pobres europeos.


Primogénito de un matrimonio de inmigrantes napolitanos, Francisco nació el 24 de noviembre de 1893 en Parque Patricios, la barriada que acababa de surgir tres años antes, con el gran jardín que creó el francés Charles Thays, levantado sobre el antiguo Matadero de los Corrales y que tantas figuras le dio al tango. Todavía estaban los resabios del Barrio de las ranas por las lagunas de la calle Almafuerte y el Barrio de las Latas, vecino a la Quema. Predominaban en la zona conventillos, corralones, baldíos, mercados proletarios, purretadas silvestres, aromas de agua florida en las pibas, el paso del organito, los vendedores ambulantes, el tranvía imperial de dos pisos y las casitas humildes en una de las cuales se criarían los Lomuto que llegaron a ser diez hermanos. La genealogía musical indica que el padre tocaba el violín con cierta destreza y supo incursionar en el tango. La madre, Rosalía Narducci era pianista, daba clases en la casa familiar y de ella aprendería Francisco los primeros secretos del teclado que ampliaría en un conservatorio e iría puliendo con mucho trabajo y práctica. Tres hermanos suyos se apuntarían al oficio de la música. Enrique, pianista también, fue el primero en subir a un escenario, formó orquesta típica, grabó discos y firmó varios temas. Víctor se familiarizó con el bandoneón, manejó algo de guitarra y se fue a Francia con Manuel Pizarro, militó también en la orquesta de Bianco-Bachicha y radicado en el país galo echó raíces con la familia que fundó allí. Héctor ingresó en el universo musical pero en otro rubro. Con el rótulo de Héctor y su jazz, estuvo largas temporadas en radios, bailes y grabaciones, manteniendo una evidente cota de calidad. Francisco Tomás se dedicó al periodismo, estuvo 30 años en La Razón, fue secretario de Información y Prensa en el gobierno de Perón, escribió algunas letras de tango (firmaba con el seudónimo de Oscar Lomuto y su tema Nunca más, musicalizado por Francisco, pegó fuerte en el gusto popular). Daniel, hijo de Enrique, es un destacado bandoneonista, autor y especialmente requerido en calidad de arreglador.

La vida era dura para las familias numerosas y apenas terminada la primaria Francisco trabajaba en el Ferrocarril Pacífico como ayudante de telegrafista. Con 18 años compone su primer tango: El 606 referido a un medicamento que combatía las enfermedades venéreas. Pudo imprimirlo gracias a una colecta entre amigos, pero el primer editor argentino, Balerio, lo localizó, se lo reeditó y tuvo una aceptación notable, lo que le dio impulso para seguir produciendo temas que lucirían en los atriles de las orquestas de Berto, Arolas, Canaro, Firpo o Pracánico. El inquieto, La rezongona, Rio Bamba, El chacotón, Los Dardanelos, La revoltosa, van abriendo camino y robusteciendo su nombre. Hasta que en 1918, la actriz María Luisa Notar , le estrena Muñequita en el Teatro San Martín, con letra del cantor, guitarrero y cajetilla Adolfo Herschel (autor de Pobre gallo bataraz). Lomuto le dedicó el tango a la citada cancionista. Con este tema Lomuto plantó su bandera ganadora en la calle Corrientes, la orquesta Típica Select lo registró en Estados Unidos y fue uno de los primeros tangos que grabaría Gardel, -el noveno en su discografía-, que tenía detrás Linda provincianita por el dúo Gardel-Razzano. Incluso el Morocho lo ensayó con Lomuto y entablaron una sólida amistad. También le registraría el gran cantor otros temas suyos: Cachadora, Nunca más, Pa’que te acordés, Rosas rojas, Si soy así y Tierra del Fuego, además de la ranchera En la tranquera. Con 15 años trabaja en el centro. A los 16 toca al piano partituras nuevas para los clientes en una casa de Florida al 300 y de allí salta a la casa Tagini. La muerte del progenitor lo obliga a duplicar su tarea y profundizar en el mundo musical para sacar adelante a sus hermanos menores. Curiosamente los ejecutantes iban a la casa Tagini a escuchar de sus manos los temas de distintos autores que se iban incorporando al catastro tanguero, y el salto a la casa de música Castiglione y cia. como socio industrial le permitió un respiro en sus finanzas y mirar con otros ojos el porvenir. Su anhelo volitivo ahora era tener una orquesta.

Los dos Franciscos, Lomuto y Canaro dieron siempre muestras de gran compañerismo y Pirincho le tiró un cable cuando el primero decidió armar su propio conjunto y fue a pedirle a este que le permitiera un “barato”, o sea, tocar el piano en la orquesta de su gran amigo para ir agarrándole la mano. Y así se largó en el Teatro Royal, debajo del cabaret Pigall, en el sitio que luego ocupara el Ta-ba-ris, en la sección vermouth. Canaro lo alentó siempre porque le agradaba el compás que Lomuto le imprimía a la formación aunque lamentaba el vicio de fumar que tenía el robusto pianista. “Comíamos seguido juntos y él fumaba entre plato y plato, incluso a veces entre la masticación se veía fluir el humo del cigarrillo.”. Esa amistad se fortaleció con los años y serían ambos pilares del organismo que defendía los derechos autorales. Cuando el 1 de enero de 1936 se funda SADAIC, Lomuto es nombrado presidente del Comité Organizador, dado el respeto y afecto ganado ante sus colegas. Comenzaría como solista, luego en dúo con su hermano Enrique que ejecutaba el armonio; y en dúo de pianos con Héctor Quesada (el autor de Indio Manso del que Di Sarli haría magistral creación), llega por fin al disco con ocho registros. Un amigo de la casa Castiglione lo contacta con una agencia de Tours y Lomuto forma su primer sexteto para actuar en los viajes que el paquebote Cap Polonio realizaba entre San Pablo y Tierra del Fuego. Precisamente de allí saldrían dos títulos para tangos suyos: Cap Polonio y Tierra del Fuego. Los fueyes Manuel Pizarro y Pedro Polito más Agesilao Ferrazano y Miguel Tanga en violines le dieron fuerza al conjunto. En un viaje, ensayando se lastimó un dedo con una tecla rota y no le dio importancia, pero se le produjo una grave infección que a punto estuvo de costarle el brazo. El doctor Quintana logró curarlo y en agradecimiento le dedicó el tango Nunca más, con letra de su hermano Oscar que Gardel, gran amigo de ambos llevó al éxito.


Su primera orquesta en tierra firme lleva fecha de 1923 y Lomuto ya pasó a manejar la batuta esbozando su estirpe. Con su hermano Enrique al piano, el bandoneón de Angel Ramos y Angel Corleto en contrabajo, va dibujando una estela. Cuando se agrega Ricardo Luis Brignolo, el autor de Chiqué, la formación está pegando fuerte. Además en grabaciones tiene el acierto de reforzarse con la jerarquía de Minotto De Cicco en bandoneón, el pianista Alberto Castellanos y Eduardo Armani al violín. Lomuto, que también firmaba letras de tango con el seudónimo de Pancho Laguna (Cachadora, Churrasca -1er. Premio en el concurso de Canaro-, Dímelo el oído que grabó Tito Schipa en 1934), tuvo esa visión para convocar músicos y ello le permitió cimentar su carrera. Como cuando incorporó al bandoneonista Daniel Sardina Alvarez que apenas contaba 16 años y ya era un fenómeno. A lo largo de su carrera tuvo en la orquesta a músicos de la talla de Leopoldo El mujic Schiffrin –padre de Lalo, que también pasó por la formación-, exponente de la brillante saga de violinistas judíos del tango; Luis Zinkes, Haroldo Ferrero, Ernesto Gianni, José Carli, Otelo Gasparini, Oscar Napolitano; el pianista Juan Carlos Howard y bandoneones como Federico Scorticatti, Alfredo Cordisco, Domingo Greco y Martín Darré. Este último, fue decisivo en el empeño de Lomuto que trabajó a fondo para ennoblecer el sonido de su orquesta en la cual destacaron también sus llamativos finales con la séptima disminuida a modo de rúbrica. Darré, además de muy buen fueye ha sido de los mejores arregladores y no sólo de Lomuto con quien estuvo 18 años, sino también de la jazz de Héctor, de Mariano Mores y hasta de la formación de Dajos Bela. Siguiendo la estela de Canaro, nuestro hombre se incrustó en el Teatro vistiendo las comedias musicales con su orquesta y creando temas para las mismas. En 1933 para la obra Descanso dominical, firma con el letrista, periodista y sainetero Antonio Botta –nacido en San Pablo, Brasil- dos temas que impactarán: Si soy así, que Gardel graba de inmediato y La Marcha del deporte (“En un marco de azul celestial / y al rayo solar / va la juventud. / En el pecho un soberbio ideal / y un ansia sin par / de goce y salud….”) Botta acompañaría a Lomuto en un viaje por España y Francia, donde la orquesta hizo roncha. También incursionó Lomuto en el jazz y denominaría a su conjunto como “típica y jazz band”. Así entraron en la formación instrumentos nuevos: pistón, trompeta, clarinete, saxofón; lo que en la burlona jerga de los tangueros pasó a ser la sección cañerías.

Fue músico de películas, actuó con su orquesta y acompañando a figuras como Libertad Lamarque, Iris Marga, Charlo, Ernesto Famá, Dorita Davis o el tenor mexicano Juan Arvizu. Paseó su conjunto por Brasil, Uruguay, por salones de gala, por el Interior del país, el Club Progreso, el Club Mar del Plata, la Escuela Naval, la casa de Gobierno (su hermano Blas era militar e incluso le puso letra a algún tango y a la marcha 4 de junio, con música de Francisco dedicada al golpe del 4 de junio de 1943), los carnavales del cine Broadway. Frecuentó la amistad de Perón y jugaba al truco con él, Discépolo, Scianmarella y su hermano Oscar. Durante más de 20 años fue figura central de radios como El Mundo, Belgrano o Splendid. Entre los años 1922 y 1950, en los sellos Nacional y Víctor grabó 972 temas. Además de los citados también destacan entre muchas creaciones de su firma: El trancazo, ¿Qué hacés pelao?, Don Juan malevo, Me llaman el solitario, Qué lindo es amar, Como las aves, ¡No cantes ese tango!, Sombras nada más, Amargor, No le eches al olvido, Aunque parezca mentira y una larga lista. Poetas de la talla de Cadícamo, Celedonio Flores, el Katunga Contursi, Francisco Gorrindo, Claudio Frollo, Manuel Romero o Ivo Pelay firmaron obras con el bonachón de Lomuto. Tuvo cantores de muy buen nivel como Miguel Montero, Jorge Omar, Fernando Díaz, Príncipe Azul (Herberto Costa), Chola Luna, Alberto Rivera o el dúo Alberto Acuña-René Díaz. Para las grabaciones también compartió con Canaro a Charlo como estribillista aunque éste nunca militó en orquesta alguna. En 1947 en el teatro Fontova de Madrid presentó sus Estampas porteñas. Grabó por última vez en 1949 y el 23 de diciembre de 1950 en vísperas de la nochebuena, fallecería en su casa de Tortuguitas. Martín Darré diría: “Lomuto fue una figura singular y el destino parece haberse propuesto coronar aquella singularidad con otra más. Cuando aquel hombre corpulento, afable , sonriente, querido, respetado, mimado por el éxito, pasa a ser, al momento de abandonar la vida, sin transición alguna, uno de los personajes más olvidados aun dentro del mundo al que perteneció”. Entre esas arenas del olvido, desde el acechadero de nuestro tiempo lo reencontramos en las pistas de baile o en la deriva de algún porteño que camina silbándonos un tango suyo en la oreja del recuerdo.


(¡Gracias, Manuel Vila, por el contacto!)

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posted by Gabriel Giubellino at 2:41 p.m.

1 COMENTARIOS:

Anonymous Anónimo said...

José María Otero estuvo en la entrega del "Guijuelo de Oro 2007" a Alfredo di Stéfano, La Saeta Rubia

3:05 a.m.  

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